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Historia de Otero de Herreros

Otero de Herreros (provincia de Segovia) se encuentra a unos 75 Km al noroeste de Madrid y 21 Km de Segovia en la vertiente septentrional de la Sierra de Guadarrama, cerca del macizo de la Mujer Muerta y a los pies de la sierra del Quintanar. Ésta dibuja sus perfiles quebrados sobre un páramo azotado por fuertes vientos, según Pascual Madoz en su diccionario Geográfico –Estadístico-Histórico de España “le azotan todos los vientos”. En los siguientes párrafos se relata la historia de Otero de Herreros.

El lugar de Otero ( cerro aislado que domina un llano) le confiere su impronta de pueblo castellano desde su privilegiada atalaya. Sus preciosas vistas, sus paisajes, calles, las fachadas de algunas casas, sus atardeceres infinitos y sus tonalidades le confieren. No existe aquí, a primera vista, la belleza de los monumentos y edificios que posee Segovia, pero, si se mira detenidamente, el pueblo encierra las huellas diseminadas y mal conservadas de la memoria, de la Historia. Cabe destacar, las minas que fueron explotadas por la Roma de Augusto, en lo que se conoce como el «Cerro de los Almadenes» término árabe que significa «Colina de las Minas». Geológicamente, toda la zona es muy rica en cuanto a la acumulación de mineral se refiere: hierro, cobre, plata, níquel, plomo, zinc, oro, etc.

Los restos de las fundiciones dieron lugar a la transformación del paisaje en lo que se conoce con el nombre de escoria, cuyo volumen primitivo se estima que fue de 50.000 m3 aproximadamente. Las escorias son negras, pesadas, de grueso formato, conteniendo, sobre todo. Mezcladas entre las escorias están esparcidas vasijas antiguas, ladrillos calcinados y fragmentos de lingotes de mineral. Hoy día, aún pueden verse el escorial, los pozos, las galerías de desagüe, los emplazamientos de los hornos de fundición cerca del camino a Valdeprados.

El profesor Claude Demargue de la Universidad de Toulouse (departamento de Arqueología y Metalurgia antigua) que a principios de los 70, hizo un estudio sobre el Cerro de los Almadenes, llegó a la conclusión de que los numerosos fragmentos de ladrillo escorificado que encontró, provenían del revestimiento interior de los hornos de fusión que licuaban el mineral, cuyos restos se encuentran situados sobre la plataforma superior del cerro, donde se beneficiarían, por la tirada, de fuertes corrientes de aire que dispersarían los humos nocivos. También se encontró una mesa de molienda, en la que previamente se preparaba el mineral, aplastándolo, antes de su fusión en los hornos. Este sistema de trituración se remonta a la Edad del Bronce, y en la época romana se emplea, sobre todo, para moler el mineral aurífero.

Es de destacar la cerámica aretina, que fue encontrada mientras se realizaban estos trabajos que hacía pared de mina, correspondiente a la época imperial.

El nombre original de Otero de Herreros fue Ferreros (hierro en latín), el antiguo pueblo cuyas ruinas aún se alzan en una desviación del camino a Valdeprados y que fue abandonado, por las condiciones insalubres que presentaba, hacia finales del Siglo XV(1460-1480), como consta en el libro del Marqués de Mondéjar «Noticias Genealógicas del Linaje de Segovia», ubicándose el nuevo pueblo en un alto u otero. Se pueden ver el paredón carcomido y destrozado de lo que fue en su día la iglesia románica de San Pedro, marcándose en sus alrededores los restos de casas y cimientos que fueron visitadas y sirvieron de posada al Arcipreste de Hita, como reza el Libro del Buen Amor.

Otero de Herreros encierra en su significado toponímico las claves que definen el lugar. Los orígenes de la metalurgia se pierden en la noche de los tiempos, y en la II Edad del Hierro, ya la practicaban los pueblos celtas de la península, cuya perfección era conocida por los romanos. Los vacceos, arévacos, vetones, pueblos de origen celta que dominaron los páramos, sobreviviendo a los duros inviernos de estas tierras, y que fueron romanizados y esclavizados, provenían del tronco indoeuropeo común, y trajeron con ellos el trabajo de la metalurgia y un sistema de vida basado en el ganado y en la búsqueda de pastos con la consiguiente trashumancia, como así parecen demostrarlo los restos de grandes mastines que se han encontrado en algunos castros de localidades cercanas y cuyos pobladores fueron los mismos que en Otero (castro de «Las Cogotas», prov. de Avila).

Lugares sacralizados por la tradición, en los que se levantaron ermitas y santuarios con el paso de los siglos y se convirtieron en rosarios que fueron desgranados entre los dedos o en Vía Crucis de piedra que sembraron los caminos. Es el caso de la ermita de la Virgen de Ladrada. Las cruces atravesando el pueblo, y terminan sobre un montículo con tres cruces juntas, que coronan el Santuario, en un paralelismo de la Crucifixión, denominado «El Calvario de la Virgen». Su planta de cruz latina extiende sus brazos sobre una pradera de fuentes subterráneas. El interior es de una sola nave, cuyas paredes se articulan con arquerías, destacando sus peculiares adornos geométricos en su intradós de bellísima factura así como la cabecera de muy buen acabado en bóveda ojival.

En primavera se celebra «El Día de las Aguas», y se traslada la imagen de la Virgen de la Adrada, patrona del municipio, a través del camino de cruces, hasta la iglesia del pueblo, donde permanecerá quince días, al cabo de los cuales retornará de nuevo a la ermita. Es curioso contemplar la danzas alrededor del templo, mientras los hombres sostienen la imagen en unas andas. Todos dan la vuelta al recinto, incluido el sacerdote que se une al cortejo después de oficiar la misa.

Otra ermita a destacar es la de San Roque (B.I.C), situada en una colina que mira a la carretera. Es un templo de pequeñas dimensiones también conocido como el Humilladero y la Vera Cruz, cuyas obras fueron dirigidas por el cantero Juan de Gogorza, en 1583, bajo la advocación del santo protector de pobres y enfermos.

Está realizada en mampostería, con sillares de granito en las esquinas, destacando la fachada, también labrada en sillería, con sus dos arcos de medio punto que constituyen la entrada al recinto. Una vez dentro del mismo las pinturas cubren por completo sus muros, salvo la parte del altar. En el lateral izquierdo se van narrando las distintas escenas de la Pasión de Cristo, desarrollándose la historia con unos personajes que no transmiten sentimiento alguno de sufrimiento o dolor, dado el dramatismo del tema, salvo el personaje de Poncio Pilato, asociado popularmente con el diablo. La calma de éstas escenas se ve rota por las realizadas en el muro de enfrente, donde aparece una procesión de encapuchados que se autoflagelan, predominando los colores rojos y negros que confieren una inusitada violencia a la escena. Corresponden a miembros de una Cofradía llamada de las Cinco Llagas, cuyos penitentes recorren en procesión un imaginario camino.

Por último, destaca la iglesia parroquial de los Santos mártires Justo y Pastor patrones del municipio, por la pureza en el trazado de sus líneas de finales del siglo XVI. De estilo renacentista, en la que trabajaron muchos y buenos canteros relacionados con la catedral de Segovia, con bóveda de crucería y planta de cruz latina, destaca el magnífico retablo del siglo XVII que preside el altar mayor así como sus hermosas imágenes , siendo también importantes otros retablos laterales, con tallas policromadas, sus cruces procesionales, así como su imponente órgano. Es de gran belleza la portada plateresca con escalinata de granito, así como una bóveda situada bajo la tribuna o coro. No es extraño que la torre sirviera para vigilar al enemigo en contiendas pasadas dada su altura y las vistas que proporciona de toda la comarca.

Fiestas del Corpus en Junio, de los Santos mártires Justo y Pastor (6 de Agosto) así como la fiesta de Santiago Apóstol en el barrio de La Estación ( 25 de Julio). Romería de la virgen de la Adrada, ( día de las aguas), Fiestas de los quintos en Navidad, y otras muchas actividades culturales celebradas a lo largo del año por ejemplo Santa Águeda por sus mujeres.